Todo empezó en buen día en el que mi esposa Carmen, que tenia trabajo fijo pero de media jornada, decide buscar algo para complementar su jornada laboral.
Para el que no lo sepa, mi mujer trabajaba como orientadora educativa en un colegio de monjas del pueblo, también concertado, en el que estaba, digamos, bastante satisfecha. Bueno compañeros, un trabajo que para las hora que tenía estaba bien pagado, bastantes horas libres y sobre todo tiempo para poder dedicárselo a nuestra hija. El problema en este caso es como siempre, la avaricia, la necesidad de ganar más dinero para vivir "mejor". Esto no fue decisión solo de mi mujer, la avaricia se apoderó de los dos con los argumentos de siempre.
Mi esposa se puso a buscar trabajos en otros colegios como orientadora educativa, si eso que ahora está tan de moda a causa del bulling. Ya que tiene dos carreras: psicóloga y maestra en educación especial. Fue en el momento que un amigo la recomendó para sustituir a la orientadora del Colegio Punta Galea, que se jubilaba, cuando las cosas empezaron a torcerse.
Para empezar, desde el primer momento, le engañaron con el puesto y el salario prometiendo que al año siguiente rectificarían todo pues ya entraría otra linea educativa en el concierto y tendrían mejores condiciones que ofrecerle cuando ya tuviera un contrato fijo.
Mi mujer, que es más buena que el pan,